¿Hacia dónde camina la Criminología toda vez que se la despoja de asesinos seriales, morbo y sucesos mediáticos con protagonistas más o menos llamativos?, la respuesta es sencilla: a ninguna parte mientras los profesionales de renombre sigan en la tarea de encasillarse temáticamente y priorizar su posición ventajista para alcanzar fama a golpe de disciplina.
Cada vez con más asiduidad asistimos a ponencias, cursos online, webinars o clases magistrales que se anuncian a bombo y platillo en los que el tema principal es la Criminología en su vertiente más efectista, con Bundy, Dahmer, Zodiac, etc. tan presentes que ni en sus mejores sueños narcisistas imaginaron tal despliegue de medios en plena era internetiana hablando y diseccionando cada una de sus hazañas.
Novedoso para el profano, agotador para quien busca agua en el desierto y clama por alguna novedad argumental, investigación original o molestia más allá de masticar lo masticado hasta la saciedad. La pretensión más bien parece ser la de dirigirse a un público ávido siempre de carnaza que la de la preocupación sincera por la situación social actual en materia delictiva, por una divulgación que no entrañe la dimensión final de unos cuantos likes o cifras de audiencia tan consumistas de casi todo, como fugaces en cuanto a fidelidad de marketing.
Por si eso fuera poco, existe otro gran tema que parece copar la otra parte del pastel destinado al “que se hable de mí como sea, pero que se hable”: los psicópatas, nombrados además así, categorizando como si de tipos de frutas o marcas de automóvil se tratase. ¡Cuántas líneas convertidas en libros! ¡Cuántas horas de redes sociales y medios de comunicación dirigidas a esa temática! Siempre desde los mismos puntos de vista, los mismos argumentos e igual cuasi mitificación que convierte en oro lo que toca por arte de magia gracias a la avidez del profano en conocer lo escabroso y asomarse al borde del peligro sin estar propiamente en él, y a la sapiencia del experto arando en un campo más que trillado del que, realmente, siendo del todo honestos, cada vez se sabe menos y se duda más.
Con este panorama en el que una parte de directores de esta orquesta un tanto desafinada, condecorados y elevados a la categoría de dioses del cielo criminológico, utilizan su batuta más para rascarse los bolsillos que para dirigir verdaderamente a los inquietos y ávidos de conocimientos, no es de extrañar que la Criminología en España sea una suerte de tierra inhóspita sin demasiado cultivo, esparcidas las semillas poco más allá del terreno que supone presidir tal o cual colegio, tal o cual asociación, limpiarse los galones, salvaguardar el tipo con el “donde dije digo, digo Diego”... Aquí paz y después Gloria.
Maslow nos legó su pirámide de motivaciones a la que podemos acudir para explicar lo que está pasando en la Criminología con muchos de sus máximos representantes y con aquellos que aspiran a serlo, alumnos o no de los reconocidos; así podríamos entender que para que estén motivados a hacer algo DE VERDAD por la Criminología en este país, primero tendrían que encontrarse en una situación donde sus necesidades básicas estén cubiertas, incluyendo por supuesto una estabilidad socio-económica. El problema surge cuando las necesidades nunca están satisfechas.
Algunas personas jamás están conformes con sus logros ni sus aspiraciones, por tanto no pueden deponer una actitud convertida en carácter donde lo importante no es llegar, sino “estar siempre llegando”, siempre más arriba, siempre económicamente mejor; imposible centrar el objetivo en una mejora social comunal cuando la individualidad es el único fin a corto, medio y largo plazo disponible.
Nos merecemos la situación actual criminológica que tenemos en este país porque tenemos demasiados penes, vaginas y anos, pero no tenemos ombligos suficientes y, por si fuera poco, los que hay se remiran con tal asiduidad que no tienen espacio visual para ningún otro paisaje.
Algo debe cambiar. La meta debe resituarse. Los temas tienen que ser renovados, investigados desde otros puntos de vista menos repetitivos, disonantes, sin buscar lo fácil… Criminología es mucho más que sangre, arma y cuchillo, que también.
Pero mientras se sigan gestando horas de programación o libros en estanterías dirigidos a quienes pueden conseguir la siguiente edición con sus euros o la mejor audiencia con sus ojos, seguiremos siendo un país donde los cientos de criminólogos existentes buscarán alternativas como dependientes de comercio para poder sobrevivir decentemente, el delito siga al alza y la prevención sólo una palabra que queda bien en el próximo libro de turno, de firma importante o importada.
La solución primera pasa por reestructurar lo que se considera divulgación, el dónde, el cómo, el cuándo, el tema y sobre todo el contexto.
Puede que algún día, con suerte, a la Criminología le importe realmente la Criminología.
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